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¿En manos de quién dejas tus obras?

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¿En manos de quién dejas tus obras?

by Paola Magariños

En este último tiempo y en varios sitios me he encontrado con una antipática pregunta que rezaba: ¿Se compra al artista ó se compra su obra?

Asimismo sobre la misma se esgrimían infinidad de respuestas desde las más puristas, las que pretendían pintarse de un grado de originalidad como si este esfuerzo conllevara ó convirtiera al autor de la respuesta en un gran artista y respuestas que ahí quedan sin expresar ó aportar demasiado al asunto.

Por qué categorizo yo de antipática a la pregunta, pues es simple; el artista es un mortal como tú ó yo, que se alimenta, paga impuestos, se enferma, mantiene una familia y todo ello conlleva costos.  ¿Por qué motivo considerar que al venderse una obra se vende un artista?

Así como en la vida vemos gente que sí se vende al mejor postor, ó que cambia su rumbo en pos de una ganancia, pues como en todos los órdenes de la vida habrá de los unos y los otros y no estoy yo aquí para estigmatizarlos.

Pero en el mismo orden se me ocurrió pensar por qué se hace una pregunta de ese índole con tal liviandad y no se repara en pensar ¿en manos de quién dejas tus obras?

Hace ya algunos años, en mi país en particular, ha habido un cambio de aspecto en tradicionales barrios de la Capital Federal, con la pretensión de hacerlos más coquetos, turísticos, modernos, glamorosos, “fashion” y de paso en esa subdivisión de un barrio en múltiples sectores, los bautizamos con nombres importados porque suenan más “chick”

Junto a ese incipiente crecimiento ó cambio de “Look” lluvias de mails llegan con invitaciones a participar en diferentes muestras ó concursos en locales ubicados en “zonas inmejorables”,  por la módica suma de $ xxx.- por cuadro. De paso cañazo entras en la vanguardia de la movida cultural de la ciudad.

Ahora cuán serio es esto?

Lo divertido del asunto es que el Señor/a, ahora devenido en marchante de obra, te cobra para que llenes su local con tu obra, eso sí: a cambio de una magnífica vidriera en un local estrategicamente montado. Que en el peor de los casos de ocuparse de venta de cacerolas, debería comprarlas y evaluar estrategias de ventas.  No te da garantía alguna respecto a poder vender un trabajo tuyo, cosa que tampoco le resulta prioritaria pues sus costos están cubiertos; y por si todo el pack te resulta poco atractivo, tampoco te brindará garantía alguna sobre la forma ó estado en que te será devuelta.  Super Nice!!!!

No solo contamos con locales super fashion y tops, también hay restaurantes paquetísimos.  Tú te encargas de decorarles el local y ellos a cambio, los iluminan mal, puesto que hay que cuidar la atmósfera que se brinda a los comensales. Te das a conocer y a cambio te llevas tus cuadritos impregnaditos de las grasas provenientes de las cocinas, deditos que tocan sin prejuicio alguno tu trabajo; Pero momentito: Recuerda siempre en qué restaurante estás colgado!

Resulta muy sencillo hacerte montar en la ilusión de una muestra propia ó compartida, sobre todo cuando se hace con tú dinero y tú trabajo.

Infórmate sobre la gente que sabe del tema: galeristas, marchantes de obra serios, averigua qué son los curadores  y luego evalúa si en esa módica suma que te mantiene en los sitios de vanguardia, ahora devenidos en circuitos culturales, no estás perdiendo más de lo que pretendes ganar.

No vaya a resultar que terminemos preguntando: ¿por cuánto dinero estás dispuesto a desvalorizar tu trabajo?

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